Costa Rica de pie

El momento histórico que vivimos es una bendición.

 

Durante estos últimos tres años y medio los ciudadanos que de verdad aman a su patria lograron, por fin, despertar del coma político.

 

El que, a lo largo de tantas décadas, les impidió ser conscientes de que el único objetivo de la casta gobernante tradicional era apoderarse del país.

 

De los supremos poderes e institucionalidad para ponerlos a su entero servicio en medio del mayor abandono, burla y desprecio hacia el ciudadano común.

 

Todo, ejecutado con maestría bajo el signo abracadabrante de la demagogia, las falsas promesas, la retórica de celofán, los pactos bajo la mesa y los egos alucinados.

 

Desde improvisando modelos económicos y sociales diseñados, a la mala, para perpetuarse en el poder y enriquecerse, hasta articulando un Estado con ínfulas imperiales y absolutismo macabro.

 

Con servidores, aduladores, cómplices y demás arribistas en puestos clave para asegurarse privilegios, influencias, votos, nombramientos a dedo y reformas a la medida de su angurria política.

 

Haciendo de la ley su fusil contra el pueblo y, del patrimonio de este, su arca y bacanal para atropellar derechos, consumar negocios turbios, hipotecar al país y comprometer la justicia, libertad y democracia de sus ciudadanos.

 

Una autocracia «made in» PLN diseñada para uso exclusivo suyo y de sus aliados a través de un vasto elenco de diputados, magistrados, fiscales y mandos medios que se cuidan y chinean entre ellos bajo la divina gracia de la institucionalidad.

 

Lo vimos esta semana en la Asamblea Legislativa con Rodrigo Arias jalándole el pescuezo a la ley para ponerle piedras y palos a la renuncia de Stephan Brunner como vicepresidente de la república.

 

Basta espigar un poco en la jurisprudencia sobre la materia para preguntarse si, bajo la premisa de Arias, Laura Chinchilla no habrá sido una presidenta inconstitucional.

 

¿Se estará comiendo el pobre Brunner el manjar que Arias le tenía preparado más bien al presidente Chaves si renunciaba al alto cargo?

 

Sí, es el mismo don Rodrigo Arias que un día sí y otro también proclama la defensa de la institucionalidad.  

 

Lo vemos con el Tribunal Supremo de Elecciones mirando para otro lado ante los recurrentes errores, ilegalidades e incumplimientos del PLN en los actuales procesos de inscripción y asambleas electorales.

 

Lo vemos en las resoluciones de la Sala Cuarta privilegiando programas de farándula en la televisión, tan triviales como insultantes, en detrimento del sano uso de los recursos del Estado.

 

Lo vemos en casos como el de Celso Gamboa, cuestionado por lavado y narcotráfico, quien se paseaba mondo y lirondo por los tres poderes de la república en medio del silencio cómplice y sepulcral de todo el mundo.

 

¿Cuántos «pesos pesados» del PLN vinculados a presuntos fraudes, estafas, malversación de fondos y narco han ido a la cárcel?

 

Cero, y los pocos que han estado a punto de, en segundos se declaran con cáncer terminal.

 

La instrumentalización que ha hecho el PLN de la institucionalidad se aprecia también con claridad en el caso del TSE cuya presidenta actual es la gran bendecida de Oscar Arias desde 1986.

 

¿Qué confianza o credibilidad nos puede merecer ese supuesto santuario de la democracia con estructuras vulnerables o tan expuestas a la subjetividad, el padrinazgo y el «te doy, me das»?

 

De ahí que, al aparecer en escena una figura como la del presidente Rodrigo Chaves, ajena al PLN y enemiga acérrima de su red de cuido, la institucionalidad lo quiera aniquilar del poder a cualquier precio.

 

Lo que explica que esta fauna política de oposición, histérica ante la derrota de 2022 y ante la que ahora teme en 2026, desenfunde todo su arsenal de odio, rencor y venganza contra el actual gobierno y, por ende, del ciudadano común.

 

Porque, a falta de inteligencia, insulta; a falta de ética, asalta y, a falta de razón, agrede.

 

Presagio de que ya se huele el final.

 

De que ya siente el sainete de la masiva condena popular contra tanta vileza, pequeñez y ruindad.

 

¡Qué alegría imaginar que ya pronto esas curules, tribunas y estrados podrían ser, al fin, honrados por patriotas genuinamente identificados con la esencia del ser costarricense!

 

Toda una plataforma de lanzamiento para la nueva Costa Rica.  

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