¡Auxilio… me rindo!
Me consta que aún no me he muerto, pero algo me dice lo contrario.
Y ese algo es la tecnoglobalización actual.
Esta semana escribí a GTI para una consulta sobre las facturas electrónicas y, como es ya normal, me atendió un bot.
–¡Hola, buenas! Necesito hacer un trámite –le solté.
Esta es la hora en que no sé si a un bot se le saluda o si, de una vez, se le entra con los «tacos de frente».
Porque a uno siempre lo educaron dentro de las clásicas convenciones sociales y culturales de «¡hola, señor!», «¡buenos días, señora!».
Pero nunca de las digitales o virtuales.
Estas últimas surgieron de manera tan repentina y vertiginosa que quizá no hubo tiempo de explicar las normas de la amabilidad informática.
¡Se vive hoy tan de prisa!
Y sin ningún sentido pues, tras 200 mil años de chapalear sobre este mundo, los sapiens seguimos a la deriva sin saber aún hacia dónde vamos.
En todo caso, en el evento de que al bot se le salude, ¿qué decirle y cómo?
«¡Buen día, mi estimado!»
O… «Diay ¿qué? ¿Pura vida?
Vieran que, a mi compadre, el Chat GPT, lo trato de «mop» cuando le escribo y, el muy igualado, me responde de la misma manera.
Pero ¿qué sentimientos, carisma o espontaneidad puede tener un bot que nace de una inteligencia programada?
Sea como fuere, el bot me respondió:
«Bienvenido. Digite el número de la opción que más se adapte a su necesidad: 1. Ventas. 2. Recarga y pago. 3. Servicio al cliente».
De inmediato le di 3.
Todo esto ocurrió a las 15:27 del viernes 1 de agosto.
Debe ser un bot muy ocupado porque a las 17:24, casi dos horas después, me contestó un fulano, ahora sí un mop de carne y hueso, para decirme que «está disponible para resolver» mi consulta.
Él, el sistemita o quien sea, deben creer que, durante todo ese tiempo, o más, uno está ahí, tiradote en un sofá rascándose el ombligo, a la espera de que se les antoje atender.
Pues bien, como a ese humano no le contesté al segundo porque estaría yo en otra cosa, qué sé yo, apeando jocotes o chismorreando con el vecino, a las 17:36 me preguntó: «¿Hay algo más en lo que le puedo ayudar?».
¡Carebarro!
A las 17:41, impaciente y agotado de esperarme (cinco minutos contra las dos horas mías), su majestad el bot me bot ó:
«En este momento procederemos a realizar el cierre del chat por falta de respuesta».
Y sin poder mentarle la mama porque está programado para reprimirle a uno los impulsos e instintos criminales.
La vez que se la menté al bot de un hospital me respondió: «No le entiendo su consulta».
Hasta eso: están configurados para hacerse los maes y, encima, cochinearlo a uno.
La cosa es que, no contento con haberme desconectado del chat que nunca fue, el bicho todavía se luce diciéndome que «estamos para servirte» y que «fue un gusto atenderte».
Peor aún, no solo no me atiende y me echa, sino que se da el tupé de pedirme, con cierta arrogancia electrónica, que lo califique por el servicio que me dio.
Tras clavarle un 1 de «muy malo», al instante me escribió otra vez para pedirme «cacao» poniéndose a mis enteras órdenes, pero ahí fui yo más bien el que se lució.
O, como diríamos aquí en Tresrri, el que se lo cuajó.
Ninguneándolo, despreciándolo, ignorándolo.
La tirada con todo esto es que estamos hoy infestados de bots.
Tantos que la Real Academia Española debería agregarlo a los pronombres personales de «yo, tú, él, bot…»
Me pasó también con la cablera Liberty.
–¡Me quedé sin internet! –reclamo al primero que me aparece en la pantalla del celu.
–Soy tu asistente virtual Athena y estoy encantada de ayudarte.
¡Guau, una dama!
–Gracias, doña Atea, perdón ¿cómo dijo que…?
–No he logrado entender tu consulta.
–¡Que no tengo internet...! ¿Me copia?
–A partir de este momento finaliza nuestra conversación. Te paso con mi compañero humano que estará encantado de ayudarte en lo que necesités.
–Gracias, doña Athenea.
–No comprendo tu consulta.
Me pregunto cómo se dirá «váyase al carajo» en el lenguaje Meta, Hootsuite, Minds…
Jamás imaginé, a mis 80 pasados, ser analfabeta…digital, tecnológico, pero analfabeta al fin.
Al rato, me responde alguien que, de momento, no supe quién o qué era: si androide, holograma, una RA o la 3D softwerizada.
–Soy María y te estaré ayudando en lo que necesités.
–¡No tengo internet, doña María! –estallé, suplicante.
–Vamos a trasladar el chat con el área de soporte avanzado para continuar con las validaciones en nuestros sistemas.
–Lo mismo me dijo Athea. ¿Es usted compañera de ella? Póngame ya mismo con el gerente, el de verdad, no el tridimensional.
Casi siempre esos bot lo dejan a uno esperando en medio de una estridencia de promociones, avisos y publicidad como para que cortés la llamada y no jodás más.
De repente aparece ya no me atrevo a decir qué, para indicarme que «mi casito se escaló a otro departamento de donde le estarán contactando lo antes posible».
Este mensaje lo recibí a las 20:47 de ese día y me recontactaron a las 6:27 del siguiente:
–Soy tu asistente Athena…
–Athena, hola de nuevo. Qué alegría. Aprovecho para invitarte a cenar esta noche.
–No comprendo tu consulta.
Es cuando me pregunto si para el tipo o estilo de vida actual ya yo estaré muerto, pues no me adapto a vainas que quizá para un joven sean normales
Me conecto, días después, con la Clínica Bíblica.
–Hola (o como se diga). ¿Con quién hablo?
En otros tiempos uno esperaba que le contestara Reinaldo, Conchita, Jerónimo, Frígida…
Pero, en estos de ahora, ya uno no espera un nombre humano ni cristiano si no esas crípticas e inevitables siglas de LM, HITL, IA, IPQ, AVIA…
–Estamos aquí para servirte.
Debe ser ahora el señor Algoritmo, dije para mí.
–Deseo una cita con el doctor fulano de tal y, de ser posible, para el mes tal.
–El doctor va a estar fuera del país en un congreso por varias semanas y, adicional, tendrá luego vacaciones.
–¿Y no deja algún asistente humano o agente electrónico, artificial, callcenter, voicebot… que lo sustituya?
–Lo sentimos: la conversación se cerró automáticamente. Por favor, vuelva a intentar.
En resumen, definitivamente debo estar muerto para esta abrumadora realidad y actualidad aumentadas.
Por la misma razón es que ni siquiera me atrevo a llamar al chat de ninguna funeraria:
–¡Buenas! ¿Hablo con la funeraria La Calaca?
–Favor identificarse con el número que corresponda: 1. Vivo. 2. Medio muerto. 3. Muerto entero…
–Tres, y a mucha honra.
–Elegir modalidad de servicio: 1. Embalsamado. 2. Con ropa. 3. Retoque facial. 4. Incinerado.
–Cuatro, porfa.
–Marcar opción: 1. Premium. 2. Medium rare. 3. Fuego lento. 4. Con fósforo o soplete…
Uy, no; mejor muerto raso, que vivo tecno. ¡Socorro!