Abran paso que viene el pueblo

Puedo escuchar a nuestro pueblo cada vez más cerca viniendo a recuperar su patria querida.



Puedo oír su trote firme y decidido hacia el altar del poder a reconquistar la democracia que, por designio histórico, es suya y solo suya.



Sí, sí. No me equivoco. ¡Escuchen…!

El bullicio de cánticos, consignas y proclamas de la multitud ciudadana exigiendo el respeto a los derechos y libertades que día a día les usurpan y violan.

Exigiendo acabar con la brecha entre los jerarcas con corona embriagados de privilegios públicos, y la cruda y ruda realidad del ciudadano que los sufraga con sangre, sudor y lágrimas.

Vienen ciudadanos de todas partes, con paso de redoble, escobones, pitos y timbales a erradicar esas y otras prácticas inmorales de la casta imperial que les robó su santa tierra.

Avanzan con banderas y pancartas dispuestos a frenar el maridaje entre la oligarquía y la élite política para comprar conciencias, favores e impunidad.

Quieren darle vuelta a la medalla y convertirse, como pueblo, en la única fuerza capaz de hacer equitativo el bienestar social para todos.

Muy al contrario del potentado que siempre preferirá sobornar al político o jerarca para impedir que la riqueza se distribuya de modo que la desigualdad se reduzca.

¿Democracia?

Por eso, de cada comunidad, villa, caserío o palenque perdido en los cangilones de montaña se suman más y más lugareños a esta inédita cruzada por la justicia, la igualdad y la solidaridad.

Los veo yo mismo saludando y abrazando a Pilar en las calles, parques, supermercados, plazas, centros comerciales… para unírsele con todo el apoyo que sea necesario.

Todos, decididos a despojarse del yugo filibustero de políticos, diputados, magistrados, académicos y burócratas bien aquerenciados con el tesoro ciudadano, el negocio turbio y la influencia prepago.

Puedo sentir incluso el aura fresca del nuevo mañana presagiando la Costa Rica libre y soberana que anhelamos.


Desde todo lado resuena el rumor de tambores de guerra llamando a la familia ciudadana para el golpe final en febrero de 2026.

Pacífico, fraterno, festivo, ejemplar.

Aunque aterrador para los que amasan fortunas públicas sobre los huesos del ciudadano raso.

Gracias a este pueblo bendito hoy en marcha, se avecina un antes y después para nuestra maltrecha democracia.

Novedoso, irrepetible, promisorio.

¡El del cambio!



Empezando por el total exterminio en el poder de los especímenes que nos desangran a través de los supremos poderes 
e instituciones autónomas.

El pueblo clama por gente intachable que se entregue de lleno y con mística a servir al ciudadano.



Y siguiendo con el desmantelamiento de las estructuras jurídicas, políticas, burocráticas y administrativas creadas por la actual dictadura institucional para su exclusivo oficio y beneficio.



¿Se merece acaso el ciudadano directorios legislativos como el que, entre «tomá vos y dame a mí», se acaba de nombrar?

De ahí que, consciente de la traición de que ha sido víctima durante los últimos 50 años por parte de esas fuerzas decadentes, el pueblo todo se encamine hoy a convertirse, a partir de 2026, en el gran protagonista de su destino.

Vadeando ríos, atravesando cerros, sorteando peligros, en lancha, a caballo, en bejuco…

Para reivindicar su dignidad ciudadana como única opción sin vuelta atrás.

Porque la del enemigo ya la presentimos: trampas, difamación, mentiras, montajes, información falsa, saltos al vacío, denuncias macabras, “interpretaciones” a la ley y fraude.

El pueblo no solo lo sabe sino que, lapicero en mano, hará de las urnas de votación para presidente y diputados su plataforma de lanzamiento histórico.

Desde donde pueda surcar, ya sin miedos, escollos, engaños ni más noes con tarifa, el reino de la justicia, el desarrollo y el bien común.

¡Bienvenidos todos al poder ciudadano!

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